miércoles, 16 de abril de 2008

LA HISTORIA DE LA ATLÁNTIDA SEGÚN LA TRADUCCIÓN DE ALBERT SLOSMAN

He leído el libro Le Grand Cataclysme (El gran cataclismo) de Albert Slosman, una docena de veces, pues me intrigó sobremanera. Al cabo de un año empecé a estudiar los cataclismos con mayor intensidad.
Respuestas. Yo buscaba respuestas. Estudié los lapsos entre los cataclismos anterio­res y me preguntaba: “¿Por qué el código de Orión con Venus? ¿Por qué Venus? Es un planeta y no tiene nada que ver con el cataclismo. Así pasaron los meses, y yo pensaba y pensaba, hasta que una luz empezó a brillar. Me pregunté si tenía algo que ver con el Sol. ¡Eso era; el Sol! Me quedé sorprendido por no haber pensado en eso antes. Echemos un vistazo a los acontecimientos en 9.792 a.C. Al comparar los datos de las escrituras sacras con los de otros libros que he leído, todo se torna mucho más claro:

Llamas solares encenderán la atmósfera de Venus, como la luz polar, y se tornará tan visible como la Luna, o incluso más todavía, y parte de la atmósfera de Venus explotará en el espacio.
Los mayas describieron estos eventos: Venus era como un segundo Sol y tenía una cola. Por estas razones, los atlantes, los mayas y los egipcios consideraron a Venus como la señal más importante del cielo.
La significativa conclusión que puede extraerse de esto es que, tanto los mayas como los egipcios, siguieron a Venus de manera precisa ¡porque sabían que se volvería a encender en el cielo cuando se produjera el próximo cataclismo! De ahí el código Venus-Orión. En mi decodificación del Códice Dresden (ver más abajo), hallará los importantes números de Venus que llevaron a la decodificación de este códice. ¿Y qué encontrará? La teoría del ciclo de la mancha solar (ver más abajo: también The Mayan Prophecies [Las profecías mayas]). Venus no es más que un indicador para hallar el año correcto del cataclismo anterior y del venidero, y no tiene ninguna influencia en el mismo.

Anteriormente expliqué cómo logramos descifrar el código de Venus-Orión, siguiendo las secretas instrucciones de la obra egipcia El libro de los muertos. El código sólo puede descifrarse empleando programas astronómicos de alta tecnología. Muestra un increíble relato de sus tradiciones, de su historia y del cataclismo que hizo desaparecer su patria, Aha-Men-Ptah. Este fue uno de los muchos códigos que conseguí descifrar. Nos cuentan las historias de una ciencia secreta, la cual explica cómo el Sol afecta la vida sobre la tierra. Aquí, yo tenía que hacer algo similar.

Albert Slosman tradujo que la catástrofe anterior había sido predicha basándose en eventos anteriores. En ese año, la Atlántida desapareció parcialmente bajo lo que entonces era el Polo Norte (Polo Sur ahora). A esto le siguió una importante ola. ¿Habrá hecho Venus en esa ocasión, un giro encima de Orión? Pudimos contestar esta pregunta en septiembre de 2.000, porque esto sucedió en el año 21.312 a.C. y los últimos programas astronómicos llegan hasta el 100.000 a.C. Investigamos el 21.312 a.C. y los años circundantes y, según nuestros hallazgos, Venus no hizo un giro encima de Orión.

También tenemos la fecha de 29.808 a.C. En ese año se produjo una reversión polar, y otra vez, Venus no hizo un giro encima de Orión.
Entonces, yo debía buscar en alguna otra parte el código de Venus. Pero ¿dónde? Mi punto de partida era que se había predicho el cataclismo anterior de 9.792 a.C. ¿Podría yo hallar más códigos de Venus en los sucesos anteriores? Empecé a estudiarlos detalladamente (ver la página siguiente).

Comencé por mirar estas tablas. ¿A qué jugaban los egipcios con estos ciclos? ¿Era un juego de números? ¿Acaso, los números escondían un mensaje oculto? ¿Podría yo hallar los números de Venus en él? ¿Debería seguir instrucciones secretas? Preguntas, preguntas y más preguntas, ¡pero ninguna respuesta!

Los números codificados de Venus

Los egipcios y los mayas usaron estas observaciones del planeta Venus, para hallar una conexión entre los cataclismos. ¿Cuál es el número de Venus? Eso es fácil de responder: 584. Este es el ciclo sinódico de Venus en días. Los ciclos sinódicos del planeta Venus alrededor de la Tierra muestran fluctuaciones marginales en la duración, entre 581 y 587 días.


Cataclismo. Año 29.808 a.C. ¡Primera reversión polar! La Tierra empezó a girar en el sentido contrario. El Este se convirtió en Oeste, y viceversa.

Cataclismo: Año 21.312 a.C. La Tierra giró 72 grados en el zodíaco ¡en media hora!
¡Esto es increíblemente rápido!
Observación: ¡No es una reversión polar, sino un rápido giro en la misma dirección!


Cataclismo: Año 9.792 a.C. ¡Segunda reversión polar!
Total de años desde el comienzo: 5.904 + 8.496 + 11.520 = 25.920 = fecha de una precesión = ¡fin de la Atlántida!


2.012: PRÓXIMO CATACLISMO

Figura 34.

Los cambios en el movimiento de la Tierra, después de los cataclismos anteriores.

Si bien estas fluctuaciones en sí mismas eran conocidas por los mayas, ellas eran, de hecho, mucho más interesantes por la razón que hay detrás de estas pequeñas variaciones, es decir, los cambios en la relación entre el plano de rotación de Venus y el eje rotativo de la Tierra misma. Sí, pensé para mí, esta podía ser la respuesta: una relación entre Venus y el eje rotativo de la Tierra misma. Hasta no hace mucho tiempo, nuestros propios astrónomos ni siquiera habían notado esto, pero los mayas estaban sumamente obsesionados con este ciclo, al cual le siguieron el rastro, adentrándose en la historia y arribando a épocas muy anteriores a su propio tiempo.
Como el observatorio de Chichen Itzá lo denota, los antiguos mayas eran expertos en astronomía, matemáticas, calendarios, ciclos, etc.; tenían una idea muy compleja de su lugar en el universo, lleno de grandes y aterradores dioses. Pero eran también increí­blemente científicos en sus observaciones astronómicas, con calendarios sumamente precisos, basándose de manera predominante, en el planeta Venus.

Los antiguos mayas estaban muy obsesionados con los números y la medición del tiempo en general. Por cierto, su pericia en las matemáticas era de tal magnitud, que ahora se les confiere el crédito de haber inventado el concepto del cero, permitiéndoles manejar grandes números con facilidad.
Los números no eran simples conceptos abstractos utilizados para sus calendarios, la astronomía y la arquitectura, no, los antiguos mayas pensaban que cada número poseía un espíritu propio. Para ellos, los números eran manifestaciones de las energías del universo.
Este sistema del calendario era mucho más complejo y preciso que el que poseemos nosotros. Basándose en los movimientos planetarios, no sólo podía predecir los eclipses solares que los mayas, por cierto, podían ver, sino también los eclipses que se producían del otro lado del mundo o en un futuro lejano. El calendario era tan sofisticado que, incluso, predecía con toda exactitud los eclipses que habían ocurrido recientemente. Los mayas consideraban a su calendario como un legado de los pueblos más antiguos, un regalo de los dioses, de los que podían verlo todo. Los astrónomos modernos están recién empezando a “descubrir” los principios básicos del calendario maya.

Para los mayas, el tiempo y el espacio estaban inextricablemente vinculados. Nos ayuda a comprender la naturaleza cíclica de los calendarios mayas y la manera que tenían de calcular el final del mundo. Pensando en esto, empecé a buscar una fecha entre los cataclismos anteriores y resultó ser una aventura en el tiempo realmente asombrosa. Imagine mi asombro cuando aprendí que existe una conexión entre los códigos de Venus y el ciclo sotíaco (de Sirio) en Egipto (ver en al Apéndice, Otras decodificaciones). Estos descubrimientos estaban ocultos en la fecha, entre el cataclismo de 21.312 a.C. y el de 9.792 a.C. Si los resta, obtendrá 11.520 años. Más aún, en el año 21.312 a.C., la Tierra giró 72 grados en el zodíaco. El número 72 no es arbitrario, es esencial desde el ciclo de precesión (72 x 360 = 25.920). Como sabemos, los egipcios comprendieron las complejas relaciones astronómicas, alineando los templos para que coincidieran con el ciclo de precesión y cambiando la identidad de Apis —el toro— por Aries —el carnero—, con lo cual se reflejaba la precesión de los cielos sobre la tierra. Y el número 72 es esencial en estas explosiones de resultados creativos, de logros milagro­sos de seres humanos tecnológica y artísticamente superiores. Entonces, pensé que ellos también habían codificado el número 72 en los 11.520 años entre los cataclismos. Yo multipliqué 11.520 por la cantidad de días en un año según los mayas y los egipcios (365 y 360, respectivamente), y lo dividí por 72. Para mi sorpresa, ¡hallé los números codificados 584 y 576 de Venus que empleaban los mayas! Y eso no es lo único que hallé.

El ciclo sotíaco o de Sothis (Sirio) de Egipto

Por el mismo método se pueden hallar los números codificados 1.460 y 1.461 del ciclo sotíaco de Egipto (ver el Apéndice). Es irrefutable, y quedé pasmado por sus avanzadas matemáticas. Me maravillé por su inteligencia, atestigüé su pericia y me asombré al pensar cómo lo sabían. Es, simplemente increíble, y me pregunté: ¿Qué mentes similares a las de los dioses podían codificar toda esta información en un solo número? El número representaba un lenguaje de simbolismos que describe los aconteci­mientos del mundo real. Describe la historia, la astronomía y más —sin el uso de un lenguaje limitado— para los pueblos futuros como nosotros mismos.

Tenían conocimiento de los mecanismos de las hecatombes que afectan la Tierra periódicamente, y podían calcularlas. Parece razonable sugerir que ellos deseaban trans­mitirnos estos conocimientos. Pero ¿cómo podría una civilización comunicarse con otra que iba a emerger miles de años más tarde, con libros quemados por los sucesivos cam­bios ideológicos, idiomas perdidos e ideas aniquiladas? ¿De qué manera, las instrucciones decodificadoras podrían transmitirse a otra raza con un idioma extraño y un método igualmente extraño de escritura? Hay sólo dos constantes que son comunes denomina­dores de las civilizaciones avanzadas: los números y la astronomía.

Con el fin de acomodar esto, los atlantes y sus descendientes usaron los números más simples posibles. Sumando o restando un “número sagrado” hallaron otros números que posibilitaron decodificaciones futuras. Si usted ahora se ubica en su posición, podrá decodificarlo. Sus posibilidades de sobrevivir aumentan considerablemente. También debe recordar que el método de codificación depende de la importancia del mensaje, empleándose métodos más concretos para mensajes más importantes, con lo cual se incrementan en gran medida las probabilidades de que su mensaje se transmita. Estas consideraciones fueron las que persuadieron a los egipcios para codificar sus mensajes en sus sistemas numéricos, de astronomía, de cálculos del tiempo y de arquitectura. Algu­nos de ellos van a soportar los estragos del tiempo, aumentando la certeza de la decodifi­cación y la transmisión. Entonces, dirigí mi interés hacia la decodificación de sus núme­ros. Esa era una parte de la historia. Aun entonces, no contento con el éxito de esta decodificación, seguí progresando más todavía, decodificando mensajes astronómicos que habían dejado en sus escritos. Estos se apoyaban entre sí, brindando una abrumado­ra respuesta a los incrédulos. Todos ellos dicen lo mismo: las reversiones polares son un hecho de la vida. Cada 12.000 años volverán a suceder. Usted sólo debe comprender los números.

No es sorprendente que la elección del ciclo sotíaco y sus tradiciones hayan confundido y dejado perplejos por varios siglos a los eruditos. ¿Por qué preguntan? Bueno, porque es un número muy importante, que conduce a la solución. Al estudiar la decodificación, verá cómo desarrollaron un sistema increíblemente inteligente de cla­ves, permitiendo la duplicación del mismo mensaje en sus calendarios, arquitectura, astronomía, etc. La evidencia que hallé es aplastante. Lo que eso demuestra es que los egipcios sólo querían revelar el significado de sus ciclos a los investigadores, quienes comprendían la importancia astronómica de los números 1.460 y 1.461 del ciclo de Sothis (es decir, de la estrella Sirio).

Los egipcios iniciaron el año la noche del 19-20 de junio. Ese día, la estrella Sirio —en la constelación del Can Mayor— se elevó justo antes que el Sol y siguió su ascenso durante la jornada, desafiando la precesión de los equinoccios. ¿Por qué? Porque Sirio, en términos relativos, se encuentra muy cerca de la Tierra. Goza de considerable “movimiento propio”, que le permite desafiar la precesión, mientras que otras estrellas sí se ven afectadas. ¡Allí lo tiene! El ciclo de Sirio es un código de precesión, es decir, otro sorprendente secreto del pasado. Refleja sus enormes conocimientos sobre astronomía. El zodíaco de Dendera muestra claramente las constelaciones astronómicas caracteriza­das en el zodíaco. Las inscripciones en la pirámide de Unas documentan el mito de Osiris y toman la historia mitológica un paso más adelante: “... ¡Oh, rey, tú eres el compañero de Orión!... y puedes ir al lugar donde se encuentra Orión...” Con esto, se pretendía acompañar al rey muerto a la constelación de Orión, para convertirse en estrella luego de su fallecimiento. En su libro The Orión Mystery [El misterio de Orión], Bauval reconstruyó los cielos y descubrió que la “columna de ventilación” meridional de la Gran Pirámide de Keops, en Giza, apuntaba directamente al cinturón de Orión, mientras que la columna similar —que se encontraba a la salida de la habitación de la reina, abajo—, apuntaba a la estrella Sirio. Un código doble: precesión y Orión. ¿Qué significa esto? Nosotros ya lo sabemos: la precesión de 9.792 a.C. es igual a la de 2.012 d.C. Más aún, las pirámides son un reflejo opuesto de la constelación de Orión. El significado es muy claro, pues al final de un gran ciclo, el mundo se dará vuelta y el código de Sirio es importante en ello. Con eso en mente, pude hallar una decodificación tras otra, con el número del ciclo de Sirio.

He aquí otro código. Los antiguos egipcios usaban un calendario que tenía sólo 365 días en el año. Parece tonto para astrónomos tan refinados, pero no lo es, porque esta leve inexactitud, una vez más, le permitía a Sirio desafiar aparentemente la precesión. Los mayas también empleaban 365 días. ¿Acaso ellos usaron un legado de una civilización adelantada?, me pregunté. ¿Era algún código para algo determinado? La longitud correcta de un año solar es 365,2422 días, pero los mayas lo estimaron en 365,242. Esto queda a sólo 17,28 segundos del valor real. Intrigado, comencé a estudiar los números y, al cabo de algunas horas, los números de su código saltaron directo a mi cara. ¿Qué había hallado? Que su astronomía mostraba una sofisticación comparable con la nuestra. ¡Sabían que un año solar tiene 365,2422 días! Nuevamente, había aquí una decodificación que iba a asombrar al mundo; y tiene una diferencia de sólo 0,08 segundos respecto del valor real. ¡Una falla del 0,000000003%! En el Apéndice voy a revelar cómo lo decodifiqué. En mi próximo libro, encontrará muchas más decodifica­ciones con el ciclo de Sirio. Todas demuestran la validez de mi método decodificador.

Mis conclusiones son las siguientes:

1. Mi punto de partida fue que existe una conexión entre Venus y el tiempo transcurrido entre los cataclismos anteriores. En mis cálculos, hallé similitudes entre el ciclo de Sirio de Egipto y el ciclo de Venus. Puedo demostrar que esto es incuestionablemente cierto, por deducción.

2. La conexión entre los supernúmeros de los mayas y los números de Sirio será demostrada exhaustivamente en mi próximo libro. Diversos números mayas son los números de Sirio multiplicados por los números del código. Empleando estos números del código pude decodificar los calendarios mayas (vea mi próximo libro) y el Códice Dresden (lea el Capítulo 22). Y le prometo que casi morirá por la conmoción que sentirá cuando le revele la decodificación final, extraída de la duración de un año solar según los mayas y los egipcios. ¡Es increíblemente exacta!

3. La manera de calcular de los mayas y los egipcios se basa, sin lugar a dudas, en la misma serie de números. Por eso los mayas y los egipcios deben tener la misma fuente.

4. Tanto los mayas como los egipcios conocían números astronómicos exactos (vea en el Apéndice, más decodificaciones). Esto es lo más asombroso de todo. Con este conocimiento, pudieron realizar predicciones precisas de las trayectorias de los planetas, miles de años antes de que sucedieran. No sólo eso, también pudieron hacer los cálculos de la fecha del fin del mundo con una increíble precisión. Por eso sus advertencias deben ser tomadas con extrema seriedad... ¡y recalco: extremen

5. Cualquiera que aún diga que la prueba no es contundente, no comprende la manera de pensar que ellos tenían. Inténtelo otra vez. En su mundo de pensamiento, los números eran el punto de partida más importante, porque estos son aceptados universalmente. Si empieza por esta premisa, finalmente se le aclarará. Lo que estamos haciendo es usar la misma manera de calcular de los mayas. Cada cuatro años ajustamos nuestro calendario con un día adicional. Este ajuste es apenas un poco elevado. Después de 128 años, no contamos un día adicional y no hay año bisiesto. Cuando reflexiona sobre esto, es fácil comprender su modo de pensar; es la manera de calcular que han empleado en todos sus cómputos. En el caso de un año bisiesto, se trata de un día. Si usted calcula esto por miles de años, se convertirá en un número de días mayor. Ellos hacen sus otros cálculos exactamente de la misma manera. Luego de un cierto período de tiempo, por ejemplo, arriban a miles o millones de días. Para que esto concuerde con otros calendarios, restaron “x” cantidad de días, o sumaron “y” cantidad de días, hasta que encontraron la similitud otra vez. Con este conocimiento pudieron hallar una teoría de crucial importancia para la civilización, a medida que nos acercamos al año 2.012.

Figura 35.
El Capitulo XVIII del Libro de los muertos es el único que no tiene jeroglíficos. Describe el gran cataclismo. Revelaré su decodificación en mi próximo libro.

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